Monday, January 09, 2012

HERIDAS SIN SANGRAR

Era costumbre verlo llegar, pidiendo con energía, con el entrecejo fruncido y solemne: “comuníqueme con Esteban” Entonces sabía que había llegado el Director, el “Jefe”. La siguiente indicación era que yo pasara a su oficina, para platicar las noticias del día. Acurrucado en su sillón apenas y se veía, pues es un pequeño hombre, de un metro y medio de estatura y cincuenta kilos de peso. Le apodaban “el Cantante” porque se llama Juan Gabriel y le disgustaba sobremanera.
¿Cómo ves, que piensas, que crees supiste? Me bombardeaba con sus atosigantes preguntas que resultaban entretenidas. Las llamadas interrumpían la conversación y mis razonamientos. “Hola Esteban... solo hablo para saludarte” Todos los días se comunicaba con el secretario particular, del Secretario de la Industria Paraestatal. Uno era Esteban Moctezuma y el otro Francisco Labastida. Así transcurrían todas las mañanas, de todas las semanas que se prolongaban hasta el mediodía, constantemente interrumpidas por el teléfono que no cesaba de repiquetear. A veces le llamaban otros muchos dechados del mismo vicio, el de la especulación, la intriga y la simulación; y en otras tantas ocasiones, Juan Gabriel pedía ser comunicado con periodistas venales, intelectuales “orgánicos”, diplomáticos en receso, con gente de ese submundo de la política que se enquistó en las altas esferas del gobierno mexicano, a partir del sexenio de Luis Echeverria.
Siempre con el ¿Qué pasó Maestro? Buscando información, al pendiente de todo lo visible y lo invisible que rodea el aura del poder. Realmente era fascinante observar los cambios en el tono de la voz, el rostro, la actitud de seriedad cambiante, con la sonrisa contenida. La soberbia, la vanidad, la hipocresía son los valores superiores que distinguen a ellos, los emisarios de la plutocracia superior. Burócratas de tercer nivel, en realidad comisarios de la operación política, la parte medular de la razón maquiavélica, del medio que justifica los fines.
Hablo de Juan Gabriel Valencia, que bien pudiera ser considerado un autentico representante de la tecnoburocracia que se apoderó del PRI. Un diletante de la ciencia mayor de toda comunidad humana que es la política, pero un experto en el arte menor de la praxis de la misma política, que habría que llamarle de otra manera: grilla, politiquería, alquimista electoral, gesticulador de tiempo completo, testaferro de una oligarquía parasitaria que ha hecho fortunas insultantes; diestro ecléctico, probo contemporáneo, luciferino maniqueo. Egregio discípulo del “Tlacuache”, el autor de la sentencia de que “vivir fuera del presupuesto es vivir en el error”. Delirante persecutor de la omnisciencia para sobrevivir en el “sistema”. Conocedor de todas las máximas y mínimas para explicar la coyuntura; equilibristas que siempre “caen de pie”, afortunados que “nacen para arriba”, que es como dicen en algunos lugares, ocurre cuando un bebe muere en la hora del parto. Orgullo de la memoria de Antonio López de Santa Anna, Fouche totonaca, defensor a ultranza de la máxima: “nunca hay que sangrar por la herida”
Porque el PRI es uno de los pocos partidos del mundo en donde los fracasos pueden ser un trampolín al éxito. Para eso existen los “grillos” como Juan Gabriel. Así le ocurrió en enero de 1995, cuando el Secretario de Gobernación Esteban Moctezuma (vueltas que da la vida) encomendó a Juan Gabriel llevar la propuesta para que Roberto Madrazo renunciara, a cambio de ser nombrado Secretario de Educación Pública por Ernesto Zedillo. Así le fue a este hombrecito -que parece mas bien un sij hindú- en el edén tabasqueño, de donde tuvo que salir por peteneras ante la rebelión de las huestes locales que amenazaron con la secesión de la Federación, si se empeñaba el Presidente en derrocar a un candidato que se gastó 72 millones de dólares en su campaña para Gobernador (10 veces mas que lo que gastó Bill Clinton ese mismo año en EUA) y aun tener que rellenar urnas, robarlas y trampear el proceso electoral, para hacer perder a Andrés Manuel López Obrador. De esa revuelta feudal proviene el nuevo PRI.
Pues resulta que este “grillo” saltarín esta de vuelta. En las paginas de un periódico nacional, dirigido por el peor representante del periodismo (hablo de Milenio y Carlos Marin), Juan Gabriel Valencia, da muestras de su “retorcido colmillo” y artística manera de hacer y decir, al escribir (raposear es mas correcto) sobre le exhibición del candidato del PRI: con su falta de cultura, terrible ignorancia, perversa ambición, patética demostración de misoginia y fatal demostración de mala paternidad, que por necesidad lógica se traduce en señal de mal Gobernante.
Cito al vuelo algunas perlas de su texto del 7 de enero: “En una campaña los aciertos se dan por descontados y pasan inadvertidos. Solamente los errores cuentan” “No es el tema el de confundir autores o el retuit de una niña de 15 años” “Si esa es la lógica imperante dentro del equipo de campaña, van a perder” “Para rectificar primero hay que reconocer que se cometió un error y capítulo cerrado.”
Y el mensaje clave es: “Un equipo, el de EPN, clonado de su gobierno mexiquense. Ganar elecciones estatales desde el gobierno para el partido propio es diferente a ganar una elección nacional presidencial desde la oposición”. Lo cual significa desprecio (es parte del rito obligado, respecto a lo que llaman aldeano) y “yo se como” (such is life in the tropics dicen estos parásitos usufructuarios del poder)
Comer siempre lo mejor y beber con excelencia. Hablar varios idiomas, usar marcas privilegiadas, saber de Opera y Literatura, conocedores de historia, de modas, de música. Es el mundo de la tecnocracia del Neo PRI que fue echado en el año 2000. Es un mundo que desconocen absolutamente los políticos del estado de México, que les asusta y espanta. Acostumbrados a comer chivo, carnitas o tortas; a beber “Paris de noche” (¡!), piñas de Tenango o el clásico “torito”…




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