Hay momentos en que el desánimo parece imponerse. No es solo ver que
México se desdibuja, sino que una mayoría creciente de compatriotas, se pierden
en el remolino que absorbe lo que alguna vez fue un país ejemplar. Esta primera
reflexión es lo que explica el titulo de la Carta. Un intento de jugar con
la palabra “cresta”, como la parte más alta de una cúspide, de la mano con el
otro significado regional que se le imputa a la misma voz, relativo a la
homosexualidad. Una combinación entre el punto mayor al que ha llegado en
México el ensayo del fenómeno que se le ha llamado en el mundo, "liberalismo", con
el síntoma de homosexualidad capitulación, rendición, pasividad, sumisión,
abandono, femineidad, incapacidad, complicidad, mariconeria, docilidad, cobardía,
ridiculez.
Pero es la otra voz la que debe preocupar a todos los mexicanos, porque “liberalismo”
es una trampa ideológica que lleva 500 años de imponerse en el mundo que Marx
llamaría capitalista, pero que políticamente corresponde a un estado donde unos
pocos, los menos, gobiernan con base en el principio político de la ganancia monetaria, a
través de la pasión por el lucro. Un lucro desmedido, obsesivo, a tal grado que
produce vergüenza.
En El Mercader de Venecia, una de las obras señeras de William
Shakespeare, la trama gira en torno a símbolos que retratan el tránsito de las
Repúblicas Constitucionalistas a las Oligarquías terratenientes, luego a las
comerciales y después a las financieras. El poeta isabelino comprendió que las
republicas se debilitan en la medida en que sus ciudadanos dejan de representar
el valor de la virilidad y en cambio, se impone por derecho y por tesoros, el
avaro que acumula bienes y riquezas. Por eso no es casual que Shakespeare
eligiera como representación de la avaricia y la codicia, a un judío, los sempiternos enamorados del atesoramiento de riquezas, del comercio y
la usura. Tampoco debe sorprender el galimatías que emplea el “gran bardo de
Avon” para elegir el nombre del judío, una metáfora descubierta por el Dr.
Patricio Marcos, pues Shylock, es un anagrama que a la letra se compone de dos
palabras shy y lock: donde lock, significa el vicio de la corrupción, mientras
que shy se traduce como vergüenza. (El Fantasma del Liberalismo 1986): Shylock,
el avaro que condiciona el préstamo indispensable para los compañeros
despilfarradores (Antonio y Basanio) que han perdido sus fortunas, el judío que exige la pena
capital pactada por no cubrir en tiempo el capital del empréstito, el padre
odiado, el vecino vilipendiado, el hombre de negro, taciturno, frugal,
restringido, el Rico Mac Pato de Walt Disney, pero en la Inglaterra de finales
del siglo XVI, es y significa: corrupción vergonzosa.
Porque la historia del liberalismo en México corre a la par de la
fundación del estado nacional. Quizás sea necesario dar por sentado tres o
cuatro cosas puntuales respecto a lo que entenderemos por Liberalismo, que no
es la voz que significa la virtud de la aristocracia en el dar y en el tomar,
la preeminencia del justo medio, bella, graciosa, honorable, virtuosa y bien
intencionada, sino todo lo contrario: pasión confusa, adoptada por ideológica conveniencia
por los corsarios y comerciantes, los filibusteros anglosajones que elevaron al
nuevo orden hegemónico británico, en todo el mundo en un remedo de aristocracia
y en un paraíso de la avaricia advertida por mi tocayo Shakespeare.
En México, en el siglo XIX, los liberales que encabezaron la lucha a
favor de un orden oligárquico,
inspirados y fortalecidos en contra de la España colonial y del nuevo régimen
que mantenía las prebendas y canonjías a la principal institución
conquistadora, a la iglesia católica, no dudaron en luchar en los campos de
batalla tanto como en las ideas, leyes y pactos secretos, nacionales e
internacionales. Así se originaron las Leyes de Reforma, de Libertad de Cultos,
la desamortización de bienes eclesiásticos, la Educación Laica, el Registro Civil.
Se trataba de sacar a la venta todas las riquezas y bienes poseídos por la
Iglesia, el sacrosanto enclave del Vaticano en nuestro territorio. Dejar de
tener bienes en manos muertas y crear mercados inmobiliarios para fomentar el
crecimiento de la economía nacional. De ahí se llegó a que el Porfirismo se
convirtiera en el máximo anhelo de todo liberal: “hacer de la vida pública un
negocio, a pesar de que para ello se requiriese subastar a México y sus
riquezas sociales y naturales a la concurrencia de las oligarquías extranjeras,
inclusive si para ello era preciso discriminar a los ricos mexicanos, a los
comerciantes, contrabandistas, agiotistas y hacendados” (ibíd.)
La promulgación de la Constitución de 1917, al triunfo de la Revolución
Mexicana, modificó absolutamente el espíritu liberal y entronizo un modelo político
radicalmente diferente, basado en un principio Republicano –res pública: cosa
de todos- con un giro explicito pero velado de poder Monárquico, el Presidente
de la República: Presidencia con atributos legales, extralegales, metalegales que
hasta 1994 tuvo el poder constitucional para ser un Rey, un Gobernante Real o
un tirano, un déspota. Porque el arte
mayor del estado político nacido de la Revolución Mexicana, es que la visión de
los constitucionalistas dotaba de una fortaleza democrática a la Carta Magna:
los artículos 3, 27 y 123 aseguraban que el componente democrático, salvaguardara el espíritu por el que lucharon y murieron, millones de mexicanos,
para legarnos una nación propia, libre e independiente.
Todo ha cambiado a partir de 1982 y especialmente entre 1988-1994,
cuando el poder ejecutivo fue conquistado por Carlos Salinas de Gortari y el
sector social que representa hasta la fecha. Conocedor del sistema político
mexicano, Salinas batalló pero consiguió modificar el artículo 27 y dejar
permiso para que ejidos y comunidades agrarias pudieran ser vendidos en el
mercado inmobiliario. Una reedición de la lucha en contra de los bienes en
manos muertas de la Iglesia Católica, pero ahora contra la Propiedad Social, en
manos de campesinos pobres, abandonados, miserables.
Dos casos ilustran todo lo expuesto hasta este punto. Es el proyecto Cabo
Cortés en la zona correspondiente a Cabo Pulmo en Baja California Sur y la
encrucijada en San Bartolo Ameyalco en la delegación Álvaro Obregón, en la
Ciudad de México. Dos casos que han tenido la fortuna de ser defendidos por una
población valerosa y decidida y no como otros tantos episodios, como el del
Nevado de Toluca, donde la apatía social, la desinformación y manipulación ha
liberado una zona protegida, para que pueda ser subastada a especuladores y
fraccionadores.
Decretado Área Natural protegida en 1995 y Parque Nacional Marino,
Cabo Pulmo es hábitat permanente y temporal de una rica variedad de especies de
peces, crustáceos, moluscos, quelonios, aves y mamíferos marinos; muchos de
ellos bajo alguna categoría de protección ambiental en riesgo, El arrecife tiene una productividad biológica
cinco veces mayor que el promedio de los arrecifes en el Golfo de California y
posiblemente que cualquier otro en México. Al igual que todo el litoral del Mar
Caribe, esta zona de la costa del Pacífico registró entre el año 2000-2006 la
venta de 3800 hectáreas y a partir de ahí la intención de pasar por encima de
la belleza e importancia biológica de esta maravilla natural, para construir un
desarrollo turístico, de golf y de
hospedaje que oscila entre 10 y 27 mil habitaciones, a cargo de una corporación de capital mayoritariamente chino. Un
proyecto que entre otras cosas pretende dar empleo a 18 mil personas, en una zona
cuya población no supera los 300 habitantes y en cambio a una hora de allí los
desarrollos existentes de turismo en Cabo San Lucas y en La Paz, padecen la
ruina por la falta de visitantes, el desempleo y el subempleo de recursos.
De manera parecida, el miércoles 21 de mayo, se registró un hecho inédito
en la zona de los manantiales de Álvaro Obregón, cuando vecinos de San Bartolo
Ameyalco impidieron la introducción de tuberías dirigidas hacia los recursos
acuíferos, que por más de 500 años han sido administrados, defendidos y
utilizados por los habitantes de esta región. El enfrentamiento entre más de mil policías y
la gente alertada por las campañas de la iglesia, fue apoteósico y detuvo las aviesas
y tramposas intenciones de la delegación política, por llevarse el agua del
manantial Zacamulpa, que se supone están comprometidas para garantizar el agua
necesaria para un sinnúmero de condominios de gran lujo que se construyen en
la zona de Santa Fe. Departamentos con un valor de más de un millón de dólares,
que pagarían tarifas de $500 pesos
mensuales, por el consumo del vital líquido.
La espada esta lanzada. La codicia sin límite
de las oligarquías estrechísimas –la de los puros ricotes- no se detendrá por
ningún motivo. México está en la vía de ser comerciado de manera absoluta. Hay
alertas que adelantan que “el gobierno federal encabezado por el mexiquense Enrique Peña
prepara la legalización de una dictadura donde, para empezar, se criminaliza la
protesta callejera. El plan es simple. No se podrá salir a la calle a
manifestarse sin permiso del gobierno. Cualquiera que lo haga de otra manera,
incurrirá en delitos. Así se le concede la razón al gobierno y se ampara
legalmente para ejercer lo que todavía se conoce como represión. Esta
represión, legalizada, se transforma de facto en la aplicación irrestricta de
la ley, como dirían los políticos. Se cree que esta ley alcanzará tarde que
temprano las redes sociales, donde sucederá lo mismo pero de manera virtual.
Los detalles son lo de menos por ahora, pero ni siquiera los países que los
medios masivos describen como represores tienen estas disposiciones. Corea del
Norte, Venezuela y todos los ejes del mal, habidos y por haber no le llegan ni
a los talones” (Nuestro Tiempo)
Sería bueno, que los vecinos sureños, desde Temascaltepec hasta
Altamirano, entiendan que el combate en San Bartolo Ameyalco solo es una
batalla a favor de una Gran Guerra que se habrá –se debe- de librar, por las
aguas del sistema Cutzamala, la moneda de cambio ofrecida por Miguel Mancera (el
“pipero”) a una parte de la población de Ameyalco. Pronto vendrán por nosotros.
“Resulta inconcebible que un
litro de Coca Cola se venda en diez pesos, en tanto que 5 m³ x seg. de agua, no
valgan nada… las cuentas por el agua pueden alcanzar cantidades exorbitantes: a
un centavo el litro, el precio diario por el agua de la cuarta etapa sumaría
más de $480 mil dólares, esto es más de 175 millones de pesos al mes….”
(Cartas Mexiquenses página 315)
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