No me dejaban ver los “Tres
Garcia”. Mis Papás nos mandaban a la cama apenas comenzaba la película que
idealizo a Pedro Infante como hijo queridísimo de Sara Garcia. Todo un suceso,
la película clásica del cine de oro mexicano, se empezó a transmitir por
primera vez en la televisión, cuando yo tendría apenas unos diez años y me llevo
tiempo, ver completo –entender es demasiado- el gran drama nacional: el de la
Matrona dominante y sus hijos-nietos fascinados. La cuna del machismo galopante.
Es la Madre con la que nacimos y
crecimos en México. Es la Madre
necesaria, celebrada a partir de 1922 por Rafael Alducin “Excélsior pretende que el diez de mayo de
todos los años sea consagrado por los hijos a enaltecer en vida o
en memoria a quienes les dieron el ser”. La Revolución había concluido, dejando
el país diezmado, casi un millón de personas perdieron la vida en el fragor de
la revuelta, y era necesario repoblar a la nación. Nunca como entonces el
concepto se apresuraba y el vehículo indicado, indispensable y único eran las
Mamás, la maternidad.
El piso de la recamara era de
duela y sentados a los pies de la cama, recuerdo de manera imborrable, la
primera vez que presenciamos (con mis dos hermanos y mi hermana) esta suerte de
comedia trágica inspirada en Sófocles, pero amplificada a los tres primos
hermanos, todos Luis, nietos, por supuesto de Doña Luisa Garcia: Luis Antonio,
el borracho enamorado, José Luis, el orgulloso sentimental y Luis Manuel el
ricote avaro. Tres estampas de un México que nacía y buscaba una imagen, un
reflejo donde verse y reconocerse, en el tiempo del parto en el monte. Tres rancheros tocados por los vicios de la nueva
sociedad (de los autos, los gringos, las ciudades) Un país que se ensartaba en las pasiones del incesto,
del robo y de la traición: los hijos con la abuela, los primos con la prima, la
seducción-traición, el agiotista-robo.
No estoy seguro si esa fue la
primera vez, que no pude contener las lagrimas al ver una película, porque quizás
el momento en que matan a la mamá de Bambi, o cuando encierran con grilletes a
la mamá de Dumbo, ganaron primero el Oscar al llanto fingido, al pujido
obligado, ¡pero es que darle tres balazos a Doña Luisa! Y luego la agonía, el
sepelio, las coplas, las flores, las paladas de tierra y la lectura del
testamento, imponen más que los dibujos animados. Eso sí, mi Madre acudió presurosa
a consolarme. Por muchos años, cada diez de mayo no dejaba de tararear “Mi
Cariñito” Incluso en el día de su funeral, al pie de la fosa, estuve a punto de
soltarme a cantar “cariño que Dios me ha dado para quererlo…” Aun quedan
vestigios de aquella relación marcada por el amor piadoso y la pasión
inconsciente.
Ha pasado el tiempo, la vida
sigue y la experiencia, combinada con sabiduría ayuda. Hoy elijo “La Madre” de
Máximo Gorki, en conmemoración de muchos
años de topes, descorazonadas, trompicones, atasques, exabruptos, rupturas y
tristezas, de profunda melancolía en eso del amor pasión. Son otros
estereotipos de la maternidad.
En Gorki, Pelagia es la Madre de
Paul
Paul comenzó a hablar. Leo libros
prohibidos. Se prohíbe leerlos porque dicen la verdad sobre nuestra vida de
obreros... Se imprimen en secreto, y si los encuentran aquí, me llevarán a la
cárcel... a la cárcel, porque quiero saber la verdad. ¿Comprendes?
Es la Madre, que se trasparenta a
lo largo de la obra rusa, que se transforma en la Madre de todos los Camaradas
Pero hay otros trances
maternales, clásicos de lo más inveterado del amor maternal, del sentimiento
piadoso, como en Los Miserables, de Víctor Hugo, es Fantine, quien obligada por
las circunstancias cae al abismo del comercio carnal, con tal de que “el dinero
que gana lo emplea en mantener a su hija. Fantine se convierte en un arquetipo
del propio sacrificio y una madre cariñosa”
Pero los otros arquetipos de la
maternidad son los que causan pánico. Como Madame Bovary (Flaubert) que se
ensaña en la docilidad de Charles y la malignidad de su Madre-Suegra, causa y origen de
la vida y la muerte de su propio hijo. Es la historia de Emma, quien tras casar
con Charles Bovary, se ve presa de una historia que no corresponde a su afición
por la literatura sentimental. Condenada a ser una especie de joya en exhibición,
en aburridas tertulias, para Madame Bovary todo empieza, cuando todo termina.
Emma se enamora de León, un joven estudiante y tras caer rendida, prefiere
morir en el trance de la separación, antes de regresar a la vida anterior,
dejando a su pequeña hija Bertha desamparada y sola tras la muerte por consunción
y tristeza, de Charles el esposo, al descubrir el engaño.
¿Y como no celebrar a la más
materna de las Madres empoderadas? No puede quedar de lado en esta ocasión,
Lady Macbeth. Shakespeare no olvidó a las Madres más afamadas de México en el siglo XXI:
Martha Sahagún, Elba Esther Gordillo, la señora Wallace, Rosario Robles. Son
las Madres tocadas por el poder. No son las mujeres que acceden a la maternidad
en el piso de un baño, en el jardín exterior de una clínica, ni tampoco son
aquellas madres advertidas de que el número de hijos no debe exceder de tres.
Son las mujeres que no quieren ser Madres.
Como la historia que cuenta y da origen
al “Tambor de hojalata” La voz de Oskar relata la historia de la
concepción desde cuando está en el útero de su madre: sin desearla y sin saberlo.
“Mientras asa papas,
su abuela Anna Bronski ayuda a un desconocido, un fugitivo incendiario llamado
Joseph Koljaiczek, escondiéndolo bajo sus faldas cuando está a punto de ser
capturado por la policía del II Reich alemán,
y despistando a los perseguidores, al mismo tiempo que tienen sexo
disimuladamente por primera vez. Ana y Koljaiczek se casan y tienen una hija,
Agnes, que con el tiempo se convierte es una atractiva chica que sostiene una
relación sin futuro con su primo Jan Bronski, quien a su vez le presenta a su
mejor amigo y el hombre que sería su esposo, Alfred Matzerath… pero Agnes sigue
su romance con Bronski, por lo que cuando queda embarazada, es incierto quién
es el verdadero padre del niño, quien al nacer recibe el nombre de Oskar. ¡Esta
sí que es la auténtica maternidad divina! Son las historias de “soy madre y padre
a la vez”. Algo así como una suerte de hermafroditismo, en el tercer milenio de
la mexicanidad.
Creo que es hora de revisar
nuestras ideas y nuestras costumbres. Se ha olvidado que “El ser de quien procede la vida, está más
íntimamente ligado al que ha engendrado… los padres aman a sus hilos
inmediatamente y desde el acto de nacer, mientras que los hijos no aman a sus
padres sino después de muchos adelantos, de mucho tiempo, y cuando han
adquirido inteligencia y sensibilidad. Esto explica también por qué las madres
aman con más ternura. Llega el mes de
mayo y se celebra el 10 con escándalo y ceguera. Se construyen estatuas, se
llevan serenatas, se grita y se regala a la Madre sin entender el porqué de ese
cariño, la razón fundamental. Dice con exactitud matemática Aristóteles que “Las
madres adoran más a sus hijos que los padres, porque recuerdan el dolor con el
que los han traído al mundo y están más seguras de que son suyos” ¿Cómo no va a
querernos la Mamá, si los hijos somos carne de su carne, sangre de su sangre? Hijo
de mi Hija ¡mi Nieto! Hijo de mi Hijo ¡Quién sabe!
¡Qué
infelices e inferiores aparecen Luis Antonio, Luis Manuel y José Luis,
reducidos al alcohol como pre-texto, a las riquezas como con-texto y a los
sentimientos como poema ganador, el de la prima!: la güerita gringa que burlándose
de las leyes de Mendel, decide casarse con el que le ama con el corazón, sobre
el que quiere su calor o su belleza. Qué lejos se ven estos cómicos inventados
por Ismael Rodríguez en 1946, del Edipo de
Sófocles, en Tebas. El que abandonado a su suerte, e ignorante de ser hijo de
Yocasta, guerrea en contra de su Padre Layo, a quien vence y mata, como lo
presagiara el Oráculo de Delfos. Entonces, tras unirse en casamiento con la
Reina y procrear sus propios hijos se entera, por conducto de Tiresias, de la
premonición cumplida: tus hijos son tus hermanos. Sacarse los ojos y quedar
ciego es la respuesta. Es mejor no ver.
Mi Mamá Graciela cumpliría 80
años de edad el próximo 23 de este mes de Mayo, el Pradial con que la
Revolución triunfante en Francia en 1789, llamo al quinto mes del año
calendario. Recuerdo que a ella nunca le agradó la celebración del día de la
Madre. Exigía que se le celebrara todos los días del año. Hoy que se adelanta
la temporada de lluvias, que el frio me cala en los pies y que la gripa me ha
afectado la respiración y la garganta, dedico esta elegía a la mujer que me
nombro como me llamo: Luis Guillermo, Luis como mi Padre y porque al nacer un 25 de junio, Mi Mamá Chela decidió adoptar
para su primer hijo, el nombre que confería el Santoral de ese día: Guillermo, aquel cuya voluntad y determinación brinda protección.
Además, Graciela-Marlena (es la
Mamá de Gru), me dio otros dos nombres. Me llamo “Pánfilo” como el personaje de
Walt Disney que era muy afortunado y todo le salía siempre bien y, me repetía: así
eres tú. También me decía “Grillo”, jugando con la primera letra de Guillermo,
porque mi Mamá se imaginaba que yo le cantaba como el grillito cantor. Y yo me creí
así, exactamente. Y yo me veo así, exactamente Y es el recuerdo más bello que
guardo de mi Mamá. La fuerza de su carácter, para hacer que las cosas sucedan
de acuerdo a sus deseos.
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