Debo reconocer que el tema me
causa una pasión molesta, me hiere, ofende, sin embargo, la veo, la oigo y
aunque reniegue o critique allí esta, esparciéndose entre lo más valioso de una
comunidad, de un país, entre la juventud. Y como toda pasión, la Narco Cultura
es un halo que me ha tocado alguna vez y comenzaré por recordar algunos pasajes
de mi encuentro con este submundo, todo un universo, que de marginado ha
caminado hasta ser moda y ansia entre hombres y mujeres, convencidos que el
placer, la diversión, el sexo, el dinero y Dios, todo lo pueden.
No es mi caso y allí reside el
valor de mi experiencia personal. Porque mi encuentro con el mundo de lo que
ahora se conoce como Narco Cultura se dio exactamente en el otoño de 1997 ¿Por
qué lo recuerdo? Porque fue una ocasión en que buscaba el paradero de mis hijas,
que habían sido sustraídas de manera intempestiva de mi lado por su Madre y se
las había llevado con rumbo desconocido. Creo que esta es la primera de las
señales que hay que tomar en consideración al tratar de entender esta
cosmovisión de la vida: el individualismo, la soledad, el sufrimiento, el
riesgo y el atrevimiento total y completo, son los rasgos inmediatos, del perfil de todo adicto a
la cultura del Narco.
Al investigar concluí que mis
hijas podrían estar escondidas-secuestradas, en León Guanajuato y allí me dirigí
en vano, en compañía de un guerrerense que aprovecho mi situación y se
convirtió en mi compañero de aventuras, se adjudico el titulo de guardaespaldas
y bien que lo hacía: audaz, rápido, intrépido, sagaz. No obstante, creo que en
la ficción del momento, el papel que jugó Pancho, durante dos años que se
mantuvo a mi lado -todos lo conocían como Pinky o el Chupacabras- fue el de
Sancho Panza y por supuesto que yo asumía sin reconocerme, el del Quijote.
Y digo que en vano porque aunque pude
ubicar a mi familia, no hubo forma de hacer contacto con ellas. Sin embargo,
pasaron otras cosas, en esa noche que llegamos a León, pues Pancho me convenció
de ir al Palenque y ver el encuentro entre el Partido del Gorra Prieta en
contra del Líbano (un duelazo tipo Barcelona-Real Madrid… luego lo sabría) y, la presencia musical de Joan Sebastian, a
quien sin haberlo escuchado nunca, yo asociaba en el mejor estilo de Loret de
Mola, de “nako”. Y en realidad me impresionó, todo: fue la música y ambiente, los
zapateados y aullidos que provocaba Joan Sebastian. Además, recuerdo otras dos
cosas que me sucedieron en ese día: que gane todas las apuestas, mientras
Pancho me “regañaba” por jugar tan poco dinero. Abro un paréntesis para
describir que la personalidad de este singular acompañante encarna una
combinación del peladito de Cantinflas, con la simpatía abusiva de Tin Tan, en
mezclar a la perfección la insolencia con la gracia, la marcialidad y el respeto, con la adulación
y la seguridad de que a su lado nada me iba a suceder; y la otra es que hasta
ese día jamás había escuchado ni al Joan Sebastian ni a la Banda de El Recodo… “Don
Guillermo, la de Don Cruz Lizárraga” me reprochaba mi attaché de la costa
grande, quien no podía creerme, aunque así era en verdad.
Dos años viví sin la custodia de
mi familia y pude dedicarme a conocer ese submundo de los palenques, de la
preparación de los gallos, de la apuesta, de la música de banda, el alcohol y de las drogas. Una vez, fuimos a Cd.
Altamirano a la fiesta, y aunque quede deslumbrado de la belleza de las
mujeres, ricamente ataviadas, como de gala, con diamantes falsos empotrados en
los dientes, lo que no olvidaré jamás fue ver que un “narco”, entonces muy
conocido –me dicen que ya murió y debe ser- ese día en el Palenque, consumió en
una noche, en compañía de una docena de camaradas -recuerdo muy bien, conté
varias veces- dieciséis botellas de
Buchanan’s… mezclado con Seven up, Coca cola…(¡No es posible!). Dos años me duro ese chapuzón dentro del mundo de los
cinturones piteados, de las armas, las botas de avestruz, texanas de muchas “X”,
del amarrar navajas, de toros al estilo americano, de música que me hacia
bailar, de conocer personajes como Don Rutilo o el Dr. Varela, hasta que
recupere el control personal, a mi familia, reintegre el dominio sobre mi humanidad,
volvió a gobernar mi alma sobre mi cuerpo y pude tomar conciencia de un adagio
familiar muy repetido: “afortunado en el amor, desafortunado en el juego”. Deje
de apostar, deshice mi gallera, y hasta la fecha, los “voladeros” están
abandonados en mi Rancho El Arete de Temascaltepec.
Es muy bueno el título del reportaje publicado por
Milenio: dice que el "movimiento
alterado" representa la tercera generación de los narcocorridos, "Aparece
cuando surge esto que yo llamo Cuando el narco sale del Clóset” Hay quien da
como fecha del deschongue, el debut de “las vestidas” en público, de los
narcocorridos, el año 2009. Por lo que a mí respecta es en este 2014, con el largometraje
del israelí Shaul Schwarz, documental
que se titula Narco Cultura y la amenazante presencia del Komander en
Tejupilco, cuando tome nota de este efecto que aun pasa desapercibido para una mayoría
nacional, pero que empapa y seduce, “enferma”
a la gran mayoría de la juventud, sobre todo en la provincia mexicana, en los
pueblos como estos del sur del estado de México, en las costas, al interior del
país.
El director comenta al semanario PROCESO que
“desafortunadamente en el tema del narcotráfico no se puede decir qué sería lo
mejor realizar (sic) para pararlo; pero estoy muy consciente, más allá de los
muertos, de que esto va creciendo socialmente y justo lo que tratamos de
demostrar con esta cinta es cómo todo eso está afectando a la cultura
mexicana”. La cinta aborda la violencia
y el miedo en Ciudad Juárez, y el “movimiento alterado”, una corriente musical
nacida en Culiacán que rinde culto a la forma de vida y acciones violentas del
crimen organizado.
Con base en información que en este mes han
publicado el blog Sin embargo, la revista Letras Libres, los periódicos Milenio
y Excélsior, además de la revista PROCESO, y adicionalmente, gracias a una
exhaustiva búsqueda en compañía de mi hija Carmen, de la letra y “música
enferma”, puedo decir que me he formado un panorama suficiente, para entender,
quince años después, el verdadero estado de salud social que padece la cultura
en México: donde ataviados con uniformes militares, portando los afamados “cuernos
de chivo” las Kalashnikovs tan efectivas, el AK 47 y, además bazuca en la nuca…
con un ritmo frenético, se contagia el
tachun tachun, los clarinetes y el acordeón, cantan…“volando cabezas al que se
atraviesa… somos sanguinarios locos bien ondea-dos, nos gusta matar…” Mientras
que como parte de la escenografía, una niña-adolescente, a cuadro, se aparece y
dice “me quiero casar con un narcotraficante” en tanto otra jovencita, otras,
se empinan botellas de tequila.
Dice Shaul “Es triste que todo esto que está
pasando en México… se haya convertido en un movimiento cultural y se glorifique
al narcotráfico”, pero ¡cómo no va a
pasar esto si los jóvenes están viendo que el narco es lo que les da el
bienestar económico y el poder…! Es de esperar que eso pase. Peor es que la
juventud mexicana vean y sepan que un ignorante como Peña Nieto “compro” la
Presidencia; y que se enteren que uno de
los “príncipes” que se apresta a sucederlo es profundamente homosexual, un
marica que desde el Gobierno de Chiapas consigue que TELEVISA el facilite a una
tipa de nombre Anahí O cuando somos testigos, todos los mexicanos, que un méndigo
profesor rural, tan “X” dirían los “chavos” --puede ser la Tuta o Papá Pitufo, ¡caray!,
hasta en los sobrenombres se pierde el estilo- les llama a portarse como “hombrecitos
y caminar derechitos” ¡a los políticos en
Michoacán!
Entonces se entiende que en las llamadas
“Canciones Enfermas” o “Corridos Enfermos” se pueden escuchar palabras como “degollar”,
“ejecutar”, “levantón”, “sanguinarios”, “locos”, “ondeados”, “empercherados”… que
dentro de estas canciones se haga alusión a la vida de millonarios, consumo de
drogas y al uso de armas de grueso calibre. Que se glorifique y admire a los intérpretes
de la música del Movimiento Alterado: El Komander (Alfredo Ríos, la punta de
lanza), Los Buitres, Larry Hernández, Noel Torres, Oscar García, Los Cuates
Valenzuela, Buchones de Culiacán, Buknas de Culiacán, Los Primos, El RM.
Más grave aún es saber que estos corridos son
premiados por la industria comercial norteamericana. Que sus galardones en la
Billboard o Grammy son acompañados por grandes ventas en los Wall Marts de
California y Texas, mientras en México comienza un pálido intento por censurar
o prohibir sus presentaciones sin entender que no es posible detener los
movimientos sociales. Se olvida que existen las redes internaúticas. Quizás lo más
importante y triste, es que los corridos son una forma de expresión histórica
en México, que han estado siempre presentes, generalmente censurados, pero que
a diferencia de la Adelita, la Valentina,
la Cucaracha, o alguno de los muchos corridos a Pancho Villa, que ensalzaba
al valor, la República, la Independencia o la Libertad, el Movimiento Alterado,
la Narco Cultura, los corridos “enfermos” son resultado del modelo político y
social que desde hace treinta años se impone en México, patrocinado por las trasnacionales
norteamericanas, la Iglesia, los medios de comunicación, la TV (basta ver un
rato la programación de Univisión o Telemundo, para entender todo).
Que los valores que promueven son el lujo, el
crimen, el robo, la lujuria, el sexo sin erotismo, la dependencia, el vicio, la
obesidad, la ignorancia, el incesto, la traición, la infidelidad y la
deslealtad, los ultrajes… Dice el productor del filme Narco Cultura, que al
final del documental, el perito forense Richi Soto lanza una pregunta entre sus
compañeros de trabajo: “¿Cambiará esto?”: uno de ellos confiaba que sí; pero se
informa en el largometraje que fue asesinado.
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